ROMANCE DE LA INGENUA CATALINA

 

Esta noche señorías

mi vida quiero narrar,

Catalina me pusieron,

nacida para reinar.

 

Casóme mi padre el Conde

con un infante extremeño,

era de modales rudos

y de cabello trigueño

 

Era de anchas espaldas

y era ducho en el empeño

y su cuerpo era muy fuerte,

lo tenía como un leño.

 

No piensen mal señorías

que observo risas mundanas,

pues hay bromas que no casan

con mis costumbres cristianas.

 

Su cuerpo estaba tan fuerte

de tanto hostigar al moro;

                                  lo buscaba con frecuencia                                

y atacaba como un toro.

 

¿Otra vez con las risitas?

con ustedes me incomodo,

no parece conocieran

las guerras de aquel periodo.

 

Mi marido era un infante

de las tropas del Onceno,

aquel Alfonso bilingüe

que en amores fuera obsceno.

 

En llegando primavera

el Rey tocaba a rebato,

convocando a sus señores

a la guerra de inmediato.

 

Y allí dejaba en Sevilla

dos lechos abandonados,

soledad que compartían

casadas de todos lados

 

Y cuando tal sucedía

yo quedaba sin mi dueño,

                             y mis noches eran largas                              

al no conciliar el sueño.

 

No menos de cuatro lunas

gastaban en el empeño,

por las tierras de Algeciras

matando a los lugareños.

 

Un juglar llegó al castillo

en una tarde dorada,

portaba un lindo jubón

con hebilla plateada,

 

cabello rubio trenzado

y en las piernas una maya.

Era un mozo bien plantado;

lo vi desde la atalaya.

 

Tiernos romances cantara

con bella voz aniñada,

habláranos de aventuras

y de nobles en cruzada,

                                                       

Y en acabando la cena

estando yo entusiasmada,

quise pedirle al oído

 en mi alcoba ser cantada.

 

Que tocara mis tambores

que mi rabel lo probara,

le ofrecí mi chirimía.

¡Que todo me lo tocara!

 

Deténgase, mi señora!

que yo en su alcoba no entrara,

que cuando toco en privado

solo la flauta tocara.

 

Tras escuchar sus excusas,

pasmada yo me quedara,

por no entender la querencia

que por la flauta mostrara.

 

Observo por sus sonrisas

que algo raro aquí pasara

y que en estas dos cuartetas

un misterio se guardara.

                                                                                                                 

Buenas noticias llegaron

de los campos de Tarifa:

los cristianos arrasaron

a las tropas del califa.

 

Ya vienen los mensajeros

avisando la llegada,

ya ondean los estandartes,

ya se acerca la mesnada.

 

Preciosa bandera verde

con leños grises cercada,

con una torre en el centro,

con dos cuernos coronada.

 

Es el blasón de mi dueño

que ya traen en avanzada,

¡Cómo gritan los sirvientes!

¡Ya vuelven de la Cruzada!

 

Ya llega mi dueño el conde

el vencedor de la espada,

el de la torre en el centro,

el de la frente adornada.

 

Catalina me pusieron,

la más perfecta casada;

 

más una bruja dijera

‘’tu ingenuidad es fachada’’.

 

Tema: La ingenua Catalina

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